Andrés y Lara llevaban años planeando un viaje apasionante a Río de Janeiro para conocer el Carnaval. Cuando Lara invitó a su mejor amiga, la atractiva Sofía, Andrés sintió una emoción y nerviosismo que ocultó cuidadosamente.
El viaje fue todo lo que habían soñado y más. Los bailes, la música y los desfiles las mantuvieron eufóricas durante días. Por las noches, se perdían en las playas, degustando caipirinhas y compartiendo risas y besos.
Andrés observaba fascinado a Lara y Sofía, sueldta y feliz, bailando y riendo sin cesar. De pronto, descubrió que su mirada se deslizaba más sobre Sofía que sobre su propia novia. Sus pensamientos se volvieron más atrevidos y descarados a medida que el alcohol se filtraba en su sangre.
Lara notó el cambio en Andrés y sonrió, intuyendo sus crecientes deseos. Siempre fue una mujer libre de prejuicios y Andrés la amaba por ello. Decidió que aquella sería una noche memorable.
Sofía también se percató de las miradas lujuriosas y su corazón latió con fuerza. Nunca había estado con una pareja, pero la pasión que desprendían la embriagaba.
Al final de la fiesta, volvieron al hotel, tambaleándose. En cuanto entraron, las manos comenzaron a deslizarse, los labios a besarse con urgencia.
Pronto se encontraban desnudos, explorando y acariciando con manos temblorosas. Un apasionado trio se desarrolló ante ellos, llevado por el deseo y un alcohol que aún nublaba sus pensamientos.
En mitad de aquel frenesí, Lara pronunció con un jadeo: «Esto es mejor que cualquier Carnaval». Andrés y Sofía rieron y se sumergieron de nuevo en el placer, sin remordimientos. Habían vivido una noche inolvidable en Río que atesorarían siempre.